“Salgo a pasear entre las frías calles de Madrid, intento ir sola para que nadie me estropee ese momento de soledad que a veces me inunda. Me gusta mirar a los tejados de las pocas casas que quedan aún, me evocan el recuerdo de un ayer pasado y que nunca volverá.
La nostalgia me inunda, el cielo empieza a oscurecer y es entonces cuando pienso en ti…
Me siento en aquel barco en el cual solíamos sentarnos, echo de menos nuestras charlas y esas inacabables conversaciones que yo alargaba por el mero hecho de escucharte. Me gustaba mirar tus labios cuando hablaban, me hacían sentirme protegida, pensaba que a tu lado ninguno de mis fantasmas podría llevarme jamás, pensaba que el mundo se paraba mirando tus ojos, no existía para mí, brillo más intenso que el de tu mirada, esa que se clavaba en mis pupilas y me atravesaba haciéndome arder de deseo.
En aquellos momentos, lo reconozco, no te escuchaba, pero me sentía tan cerca de ti, que creía que podía rozarme con tan sólo mirarte un instante más…
Ya estoy sentada y miro al cielo, empiezan a descubrirse las estrellas en el horizonte, pequeños puntos que destellan como incitándome a recordarte, a no poder sacarte de mi memoria. Me atormenta tu presencia, no puedo evitar seguir queriéndote, no puedo evitar seguir viviendo a cada instante aquellas tardes en las que tirados en aquel parque mirábamos a las nubes imaginando que forma tenían.
Yo recuerdo ver siempre princesas, castillos encantados y príncipes valientes que llevaban tu rostro, dragones infernales que me perseguían entre los paisajes de nubes que tú veías y que todavía hoy me siguen persiguiendo, porque ese príncipe nunca llegó…
Por un momento cierro los ojos, no quiero seguir pensando en tanta miseria, no quiero volver de nuevo al pasado, pero al cerrarlos, allí estás, esperándome, como si la condena de llevarte en mi mente fuera tu alimento, parece que luchas por estar en mi vida, pero a la hora de la verdad te desvaneces como una sombra, una sombra que yo busco entre mis tinieblas, la persigo, corro, pero nunca la alcanzo, sólo eres un vago recuerdo, una ilusión que se desvanece por momentos y me sacude de nuevo una y otra vez.
Decido levantarme, no quiero volver a mirar a la luna y tener que hablar con ella. Ya no tengo nada que decirle. Son tres años esperándote en el mismo banco y a la misma hora, cuando aquella tarde me prometiste que volverías, que volverías junto a mí y serías mío para siempre.
Pero esta no es una historia feliz, son demasiados años de espera y hasta la luna me dice que te olvide, que no merece la pena, y yo, la entiendo, tres años escuchando los monólogos de una loca; en el mismo banco, a la misma hora, llorando por ti o por tu recuerdo, porque ya ni siquiera yo lo sé, llorando por una vida que la propia vida se opuso a que tuviera, soñando por un mañana sin darse cuenta de que nunca llegará, por un mañana que le está robando el presente y de alguna forma también el pasado…
…
Me marcho, ya no quiero seguir paseando por las calles frías de Madrid, no quiero ver a su gente feliz y unida por ese sentimiento que llaman Navidad, no quiero sus canciones ni sus sonrisas, sólo te quiero a ti…
Ya llego a mi casa, aquella que te vio nacer.
Mañana será tu cumpleaños y allí está tu cama, mi primer regalo, aquella en la que compartimos tantas guerras y tantas alegrías, batallas interminables y paseos acogedores, aquella en la que un día me dijiste que me querías y que te sentías muy orgulloso de mí…
Miro tu cuarto y no sé si lo podré superar algún día, me hace falta tu presencia… Añoro tu alegría, añoro esa manera tan especial que tenías de escucharme, no puedo olvidar esos ojos que se me siguen clavando como flechas en mi corazón…
Decido quemar tus recuerdos, me deshago de tus fotos, rompo tus discos, tiro tu ropa, pero entonces lo veo, no puedo creerlo, todavía lo tienes, me dijiste que la habías perdido…
Lo único que querías era tenerla; tener algo nuestro, nuestra primera foto, nuestro primer contacto, esa fue la primera vez que supe que estabas hecho para mí, recuerdo como me cogías la mano y me mirabas como diciéndome que lucharías, que no me ibas a abandonar… y qué razón tenías, fueron seis años de lucha intensa….
Recojo esa foto, esa que escondiste en nuestro recoveco y me la guardo, la pongo cerca del corazón para que puedas sentir mi latir, he decidido reunirme contigo; he decidido ser fuerte y afrontar la realidad, he decidido que ya no quiero seguir divagando entre tinieblas luchando por reconstruir una vida que voy a empezar a vivir en apenas unos instantes.
Me pongo mis mejores galas, cierro la habitación, pongo aquella canción que tanto te gustaba, empiezo a tararearla, saco entonces un cuchillo, sigo tarareando y lentamente lo oprimo en mis muñecas mientras que voy viendo como la sangre mancha tu foto. Intento limpiarla, pero no puedo, la veo cada vez más lejos, ya no oigo ni mi propia voz, pero sigo oyendo tu canción: eres tú, allí estás, esperándome en el banco: ya has salido del colegio, ¡hoy es tu cumpleaños!, ya cumples seis años y sí, te he hecho una fiesta en casa. ¿Has invitado a tus amigos? ¿No se lo has dicho a Beatriz? Venga anda, pero despacio, ¡No corras! Que ya sabes que tu corazón no te lo permite. Yo te espero en el banco, ¿vale? Si cariño, yo también te quiero y claro que sí, siempre estaremos juntos.
¡Carlos!¡Carlos! ¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío! Por qué, por qué, porqué mi hijito, por qué él que sólo tenía seis años…
¡Una ambulancia, rápido! ¡Que alguien llame a una ambulancia por favor! Vamos Carlitos, que tú eres fuerte, ya verás como sales, venga cariño, que yo estoy aquí contigo, que el parque nos espera para mirar a las nueves, ¡no te vayas! No dejes que ese hombre te lleve consigo, no dejes que el hombre que te ha hecho esto se quede impune… Aguanta, por favor…
Allí estás, luchando entre la vida y la muerte y aparece él, el hombre que te hizo esto, su coche, tu cuerpo… alcohol, drogas, veneno… qué más da, ya me da igual, sólo quiero a mi niño, Viene a pedir perdón, pues yo no quiero su perdón, yo quiero a mi hijo, ¿me lo puedes devolver? ¡Largo de aquí!, ahí te pudras en la cárcel…
Te mueres…te estás muriendo… te has muerto.
Adiós Carlitos, adiós mi niño…
Espera, te vuelvo a oír, vienes corriendo, me vuelves a decir que me quieres, me abrazas, me preguntas por tu cumpleaños, yo también te quiero cariño, yo también.
Te echado de menos, he recorrido las calles y ya no son lo mismo, te estuve esperando en el parque…”
25-Diciembre-1900
¿Qué caprichosa es la vida?
Se empeña en apartarnos de este mundo sin tan siquiera preguntarnos si queremos irnos. Lo asimila, lo da por hecho, si al menos se dignase a mirarnos de frente… quizá podría ver en los ojos del ser humano la necesidad de compartir por última vez apenas una sonrisa, al menos unas palabras.
Para que quiero yo la vida, si con él todo se me fue. Ya no quiero mirar al cielo, ni pasear, ni tan siquiera comerme un helado de chocolate, ya no puedo.
Para que quiero una vida si en ella no está la felicidad, yo no deseo seguir buscando en lo más hondo de mi corazón una imagen que me traiga tu sonrisa, no quiero cerrar los ojos y tener que vivir mi vida como un sueño, así que decido marcharme, irme lejos de aquí, donde sólo el dolor es mi compañero de viaje.
Me marcho a otra vida, donde este él, donde mi corazón vuelva a latir y mis ojos hinchados de tanto llorar vuelvan a reflejar el brillo de la esperanza, porque acaso, ¿Qué es la vida? Yo no lo sé, pero tampoco quiero saberlo, sólo quiero ser feliz y a ello voy. No hace falta que me deseéis suerte, quedárosla vosotros. En este mundo en el que vivís, la vais a necesitar.
4 comentarios:
Que giro! q angustia! q bueno!
hace tres añicos ya habia ahi un gusanillo literario ;)
pd: mierda de navidad
La angustia es parte de la vida como cualquier otro sentimiento.
La Navidad depende de los ojos con los que quieras mirar, nunca pierdas la ilusión, es un consejo.
Besos
Historía triste, al menos me da esa impresión o por lo menos me deja así, pero una historía que ha merecido la pena releer.
Añadiendo la navidad no sólo es como la mires, sino también depende de lo que te rodee.
Siguee así.
Bss wapa.
Historia triste, la verdad que sí...
La Navidad, puffff, que dificil describirla, sin embargo la ilusión es lo que más la marca.
Nunca perdais esa ilusión, sin ella todo se vuelve mustio y frio.
Besos wapi
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